“Kama” lenguaje del placer erótico: ¡No hay mejor traductor para llevar a la cama!
Desde hace un par de semanas incubaba en mi cabeza una pregunta personal, de esas de pareja, que me hizo buscar primero “Los hombres de Marte, las mujeres de Venus”, de ahí aprendí tres cosas:
Una: El hombre instintivamente siempre va meterse a su ‘cueva’ interior lo necesite su mujer o no.
Dos: Hay un estado masculino llamado ‘banda elástica´, para resumírselos: un estira, y encoje para adelante y atrás, lo digo en todo su sentido de necesidad íntima, satisfecho jala a su ‘cueva’ (en el mejor de los casos).
Tres: Indiscutiblemente, las diferencias atraen.
Seguí buscando mi respuesta ¿porque tenía que buscarla en Marte, o en Venus? si podía estar a 10 pasos de mi escritorio: En la cama.
Humedecidas las puntas de mis dedos rocé página a página el manual en cuestión. ¡Soy buena alumna querida Niña Pochi!
Ay Niña es que basta guiñarle un ojo a la atracción, o darle un pellizquito a la necesidad del momento para que la satisfacción prohíba la entrada al enamoramiento, incluso al amor en ese jocoso juego del deleite.
Moderado, ardiente, veloz, o lento; caballo, toro, o ¡burro! todos tienen su turno para bramar, y relinchar al ritmo de la monta, ¿O no? hasta al perro cabizbajo con su ‘colita’ entre patas le llega su momento.
El inicio, y el final se aparean a su gusto. Entonces el placer se vuelve ciego, desconoce el tiempo:
Sus relojes de arena.
No conoce momento histórico, que lo digan los poemas de Frank cuando menciona ese ‘Sexo primitivo’, de las cavernas (supongo). Ese Homo Erectus 'traspasando’ épocas y generaciones.
La pasión no se atreve hacer predicciones, aunque una profetisa como nuestra amiga Casandra nos puede guiar con práctica de sobra echando las ‘cartas a la mesa’.
Cierto que hay amores ciegos, y otros con ‘ojo de cuervo’; pero no conozco ninguno sordo a los zumbidos, ni gemidos cuando el ‘aleteo’ está en su clímax.
Bien aquella que sepa diferenciar entre un submarino con harta artillería de un escualo. ¡Mis respetos sargenta!
No hay que olvidar alimentar este 64.
¡Es que por donde entra la comida hay lengua! una vez caliente el sartén (el utensilio favorito del Sartenista) no podemos negarnos a ‘chupar el mango’, y si a la ‘larga’ no es amiga de los ‘Tucos’ pues mínimo ‘empáquelo’. No hay excusa, en el barrio todos tenemos una costurera.
Como amante de las lecturas de crecimiento personal, y curiosa por naturaleza me dediqué estas noches a leer el manual del amor, buscando respuestas.
Desde hace un par de semanas incubaba en mi cabeza una pregunta personal, de esas de pareja, que me hizo buscar primero “Los hombres de Marte, las mujeres de Venus”, de ahí aprendí tres cosas:
Una: El hombre instintivamente siempre va meterse a su ‘cueva’ interior lo necesite su mujer o no.
Dos: Hay un estado masculino llamado ‘banda elástica´, para resumírselos: un estira, y encoje para adelante y atrás, lo digo en todo su sentido de necesidad íntima, satisfecho jala a su ‘cueva’ (en el mejor de los casos).
Tres: Indiscutiblemente, las diferencias atraen.
Seguí buscando mi respuesta ¿porque tenía que buscarla en Marte, o en Venus? si podía estar a 10 pasos de mi escritorio: En la cama.
Humedecidas las puntas de mis dedos rocé página a página el manual en cuestión. ¡Soy buena alumna querida Niña Pochi!
Ay Niña es que basta guiñarle un ojo a la atracción, o darle un pellizquito a la necesidad del momento para que la satisfacción prohíba la entrada al enamoramiento, incluso al amor en ese jocoso juego del deleite.
Moderado, ardiente, veloz, o lento; caballo, toro, o ¡burro! todos tienen su turno para bramar, y relinchar al ritmo de la monta, ¿O no? hasta al perro cabizbajo con su ‘colita’ entre patas le llega su momento.
El inicio, y el final se aparean a su gusto. Entonces el placer se vuelve ciego, desconoce el tiempo:
Sus relojes de arena.
No conoce momento histórico, que lo digan los poemas de Frank cuando menciona ese ‘Sexo primitivo’, de las cavernas (supongo). Ese Homo Erectus 'traspasando’ épocas y generaciones.
La pasión no se atreve hacer predicciones, aunque una profetisa como nuestra amiga Casandra nos puede guiar con práctica de sobra echando las ‘cartas a la mesa’.
Cierto que hay amores ciegos, y otros con ‘ojo de cuervo’; pero no conozco ninguno sordo a los zumbidos, ni gemidos cuando el ‘aleteo’ está en su clímax.
Bien aquella que sepa diferenciar entre un submarino con harta artillería de un escualo. ¡Mis respetos sargenta!
No hay que olvidar alimentar este 64.
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El sexo alarga la vida, no hay duda; aunque al estimado chismiticos lo que parece alargársele una pulgada cada vez que me postea es su lengua, ¿O que otra parte? espero su respuesta.
Y aunque aún estoy lejos de hacer votos matrimoniales ¡Bendito pulgar! tantas mañas como número de dedos de una diosa clitoriana.
Para terminar esta entrada de burro, que espero les halla tomado por ‘asalto’, les cuento que la respuesta que buscaba la hallé, y la resumí en una frase, al mejor estilo ranchero, y equino: A él le quedó grande la yegua.